Sindicatos a la deriva

Raro es el día en el que alguno de los medios de comunicación no nos informa de graves irregularidades en el comportamiento de los sindicatos. Estas organizaciones, concebidas para la defensa de los trabajadores, marchan a la deriva, cometiendo sus dirigentes toda clase de infracciones, a veces delictivas. En el caso de la UGT de Andalucía, el escándalo es mayúsculo. La lectura de las facturas de las opíparas comidas de dirigentes, cargadas a la cuenta del corruptor de turno, nos sonroja. El sindicato, en las democracias modernas, es una pieza básica. Nuestra Constitución los consideró así junto a las asociaciones empresariales. Durante la transición, la UGT de Nicolás Redondo Urbieta y las Comisiones Obreras de Marcelino Camacho, junto a otros sindicatos menores, contribuyeron al establecimiento del nuevo orden. Pero los líderes sindicales de entonces ofrecían unas imágenes limpias y eran dignos de ser seguidos. Habían luchado contra la dictadura franquista y en su biografía figuraban años de persecución y de cárcel. ¡Qué diferencia con los que ahora llevan a los sindicatos desviados de su verdadero rumbo, dejándolos que marchen a la deriva!